
Según nuestro diseño, podemos tener activado un tema muy importante: cómo es nuestro ritmo. Algunos lo tienen fijo y disfrutan sus rutinas naturales, que los sintonizan con las vibraciones de la vida. Deben conocerlos y respetarlos; de lo contrario, pueden enfermarse. Para los demás, pueden parecer inflexibles o aburridos, pero ese es su tempo y es necesario para desplegar su energía organizadamente.

Otros lo tienen extremo: una temporada duermen mucho y otras poco, comen en demasía o no comen, son sociables o ermitaños. El problema es cuando quieren quedarse en uno o ser regulares; esa es su normalidad. Encuentran el equilibrio yéndose de una polaridad a la otra, viviendo entre esos márgenes.

Yo tengo esa particularidad y la armonía ha sido mi escuela. Aceptarlo y saber su utilidad me ha servido para aprovecharlos y también para poner foco cuando es necesario. Asimismo, es el don de amar a la humanidad, afirmando la pluralidad del flujo de la vida.

Cuando conocemos cómo somos, dejamos de pelearnos con nuestras características y nos beneficiamos, así como compartimos ese regalo con los demás, ya sea complementando o brindando un aspecto diferente.

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