Desde hace un tiempo, con pacientes y amigos, se da una situación interesante: después de las quejas correspondientes a cualquier cosa, llegamos a la conclusión de que estamos bien, muy bien. ¿Te pasa? Quizás no, porque piensas que te falta mucho, que no eres adecuado, que hay demasiadas fallas… o no tienes a alguien como yo que siempre encuentra lo bueno en lo malo y ve más allá… jaja!
Más seriamente, este tipo de razonamiento tiene relación con salir de lo que la sociedad nos vende. Como he comentado otras veces, estamos asistiendo a un nivel de manipulación social increíble… y perversa. El perfeccionismo está impregnado en cada ámbito, lo que hace que cualquier error sea mostrado y castigado excesivamente, que nada sea suficiente, que las expectativas sean enormes y, por consecuencia, los resultados no satisfagan nunca.
La ostentación de los que más tienen crea un grado ilusorio adonde llegar y la exigencia se torna la manera de lograr algo. Podrías decirme que eso solo sucede en las sociedades ricas, en ciertos altos estratos, pero no es así: en un mundo globalizado, los valores están impuestos a través de la cultura, de la publicidad, de las redes sociales, y bajan degradándose pero no perdiéndose. El chico pobre que quiere las zapatillas de moda que usa su ídolo en Instagram y se hace soldadito del narco del barrio para conseguirlas está respondiendo a eso sin darse cuenta… De un extremo al otro, encontrarás el amplio espectro de esa manipulación.
Como dice Byung Chul Han, antes la vigilancia y el castigo era necesarios para obligarnos a determinadas conductas, ahora la dominación pasa por la positividad, por la sutileza de “Sé tu propio empleador, trabaja hasta desmayar pero para ti, sé y haz todo lo que quieres, ten las experiencias que desees, sé rico, sé feliz”. ¿Te suena? La “nueva” espiritualidad y muchos gurúes sostienen eso y son nada más que voceros conscientes o inconscientes de los mandatos de la sociedad, revestidos de un barniz místico.
¿Me perdí de mi idea del principio? No, aquí viene: nos resulta difícil sustraernos de lo que está ahí continuamente e infiltra nuestro pensamiento, pero se puede. Necesitamos revisar las ideas en las que cimentamos nuestra vida, dudar de lo que damos por sentado, liberarnos de los condicionamientos adquiridos, fundar NUESTRAS bases y cómo deseamos habitar en este mundo. No sucede porqué sí y de la noche a la mañana. Seguramente, la incertidumbre actual te habrá movido suficiente y estarán pasando cosas que te obligan a rever tu situación.
No les temas. Ábrete a ellas y confronta todo. ¿Es como quieres vivir? Si eres sincero, notarás que muchas son manejos exteriores y que ya eres y tienes lo que verdaderamente te hace feliz. Son “pequeñas”, poco importantes, no tienen el brillo artificial pero sí la luz interior que ilumina realmente. Están a tu alrededor en forma de personas, de actos, de posesiones, de metas logradas, de lecciones aprendidas, de una cierta serenidad, alegría y luz (porque es a través de la Luz) que te toma por momentos y te hace sonreír.
Es curioso, pero un paciente muy joven me lo dijo hace un tiempo, en medio de las quejas por sus inseguridades y equivocaciones. Cuando se calmó después de hacerle notar otras cualidades y labores, me comentó: “La verdad es que soy feliz. A veces, me doy cuenta de lo que soy y de todo lo que tengo. Sé que es cierto porque me brota una sonrisa y me siento bien, sin proponérmelo.” En ese momento, me acordé de otras conversaciones parecidas y percibí que habíamos llegado a la misma conclusión: “Somos felices y no nos damos cuenta, obnubilados por los espejismos externos, que buscan aumentar nuestras inestabilidades”. Prueba. Quizás, te pase lo mismo. Si no, trabaja en ello. Pon tus condiciones, no las de afuera, y comprenderás que puedes. Te acompaño.