Ya eres y puedes: solo necesitas creértelo.

El desafío de ser tú mismo.

Una conocida, a la que no conozco  profundamente, me cuenta que siente que no ha avanzado por años, en todos los sentidos: que es poca cosa, que no ha conseguido nada, que los demás no la consideran.

Yo, que la he observado en este tiempo, le contesto que evidentemente no se ha dado cuenta de cómo ha crecido: ha pasado de ser alguien que corría detrás de los otros sin parar a poner límites y comenzar a hacer lo suyo, que ha logrado llevar adelante un emprendimiento enorme, con poca ayuda, que es reconocida por muchas personas, aunque prefiera ignorarlo para victimizarse. 

Le digo: “Has construido una gran casa, pero no la habitas, porque no te lo crees”.


La sobreexigencia sin autoestima.

Esto es mucho más común de lo que se piensa.  En parte, por una impiadosa  sobreexigencia que inicia en la niñez, con padres que la ejercían y/o por nosotros mismos que pensábamos que así conseguiríamos ser apreciados.  En parte, porque existe en la sociedad, en la cual debemos ser más que perfectos para ser estimados. En parte, por la baja o inexistente autoestima que generan esas situaciones.

Nunca nada es suficiente.  Vivimos haciendo mil cosas, pero ninguna llena el vacío de considerarnos incompletos, defectuosos, fallados.  Un curso tras otro, una terapia tras otra, un trabajo tras otro, una relación tras otra.  Dar y dar.  Obedecer, realizar, cumplir, hasta el fin.

El papel de los otros.

Como siempre, los demás nos confrontan con estos sentimientos.  Pero, en lugar de afirmarnos, nos seguimos cuestionando.  Una paciente, que ha trabajado muchísimo consigo misma, pero seguía tratando de satisfacer los mandatos de su fallecido padre, era enfrentada por un familiar acerca de su rol en una pyme.

Ella se quejaba de esta situación, pero no lo encaraba.  Solamente cuando pudo decir: “Yo soy el 50% de esta empresa, yo soy la dueña, y tengo derecho a hacer lo que quiero”, detuvo el asedio y se plantó en su sitio.

Habita tu Ser, llena tus espacios.

Los otros nos desafían a ocupar nuestro lugar.  La mayoría de las veces ya lo tenemos, pero no lo creemos.  Como esta conocida, hemos construido muchas habitaciones, hemos hecho frente a innumerables retos, hemos conseguido cantidad de logros, pero…

La casa sigue vacía de nuestra presencia.  Seguimos siendo esos niños carentes, que tratan de llenar espacios que son demasiado grandes para sus pequeñas posibilidades. 

Ya crecimos.  Ya hicimos.  Ya somos.  Comencemos convenciendo a esos niños de que es así.  Porque lo es.  Sin importar en qué edad, etapa, circunstancia estemos.  Solo necesitamos creerlo.  Pararnos firmemente en quiénes somos.  Cuando lo hagamos, los demás cesarán de cuestionarnos.  Ya no será necesario, porque lo verán en nuestra actitud, en nuestra aura.

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