Una pareja comenzó su vida de casados y, al poco tiempo, a él le llamó la atención la forma en que ella cocinaba los estofados: en dos ollas pequeñas en lugar de en una grande. Le preguntó la razón de eso y ella le dijo que lo había aprendido de su madre. Cuando la fueron a visitar, le consultaron porqué lo hacía de esa forma, a lo que contestó que era la costumbre de su madre, por lo que la fueron a interrogar, llenos de curiosidad. Su respuesta fue: “éramos muy pobres, así que solo teníamos dos ollitas”.
Así pasan las actitudes, los comportamientos, los traumas, las carencias, de una generación a la otra; sin interrogantes ni cuestionamientos, normalizando lo que se recibe, aunque no sirva, haya otras formas mejores o dañe a todos. Solo tomando conciencia de lo que recibimos podemos cortar con la cadena de sufrimientos y limitaciones que traemos, siendo posible compartir entonces formas sanas y expansivas que ayuden a las nuevas generaciones.