Ábrete a la creatividad disponible y créate a ti mismo con alegría

¿Quién eres, qué cualidades y aprendizajes traes, cuál es tu aporte, qué deseas crear para servir?  Tómate el tiempo de contestar estas preguntas.  Tienes los recursos para realizarlo.

Cuando era adolescente… estoy muy autorreferencial últimamente, jaja!  Tiene que ver con mi diseño: universalizo lo que aprendo en mis errores.  Volviendo, cuando era adolescente, mi vida era un desastre: nos habíamos mudado de una pequeña ciudad de Entre Ríos (al lado del Paraná y con toda clase de verdes) al conurbano de Buenos Aires (chato y gris) y lo odiaba; no encajaba en los modelos sociales; mi interior era un infierno constante; temía volverme loca.  En un momento, decidí cerrar por decreto la etapa y convertirme en “adulta”: formal, solemne, responsable.  No me duró mucho; todo estalló en pedazos y comencé terapia.

En ese lapso de pretendida adultez, “perdí” dos cosas: el sentido del humor y la creatividad.  Estaba rodeada de personas muy graciosas y me ofendía que se tomaran en broma asuntos serios; no obstante, me comencé a cuestionar qué había pasado con mis risas continuas y con los chistes por los que me había hecho famosa en la escuela.  Entonces, comprendí que esa solemnidad escondía miedo, que solo era una fachada para compensar los asuntos que no había resuelto y que quería mantener el mundo bajo control porque no confiaba en mí misma.

De eso se derivaba el otro tema: creía que no era creativa.  Admiraba y, más bien, envidiaba a los grandes genios de la cultura y a cualquier persona que mostrara un poco de chispa.  También, me rebatí eso y entendí que todos lo somos, así que me permití hacer las cosas a mi manera, desde cocinar hasta pintar, desde trabajar hasta existir.  Mi vida era mi creación más importante; mi vida sería una obra de arte.

Estando en una sociedad intelectual, que pone el pensar y el saber por sobre las demás cosas, esto se complica.  Ni lo corporal ni lo espiritual están distinguidos; es la cultura del ego, de la mente.  Paradójicamente, la creatividad (tan mentada pero tan poco vivida) nace del no-saber; es un profundo pozo conectado al vacío.  Si algo nos da miedo en Occidente es el vacío.

Cuando iba a comenzar a trabajar como Terapeuta de Integración Cuerpo-Mente-Espíritu, me tomó el pánico de no saber qué hacer con todo lo que había aprendido.  Los maestros nos dijeron que eso no era un problema: nosotros habíamos “experimentado” cada cosa, las habíamos hecho cuerpo, no era solo lectura, así que, si confiábamos, nos iba a venir lo que era adecuado en cada momento.

Les creí totalmente y decidí abrirme al Campo, a Todo Lo Que Es.  Si estaba en silencio, libre, mi Ser conectaría con el Ser del otro y “sabría” qué decir, qué hacer, qué potenciar.  De eso se trata la creatividad: es una confianza en que el germen de toda existencia nace del Vacío.  Al vincularnos con él, aparece lo necesario para ese instante.  Es vivir en la incertidumbre (otra mala palabra en Occidente), con alegría (no me olvidé del sentido del humor).

¿Para qué te cuento esto?  Como te darás cuenta, los modelos sociales están en crisis, todo lo está.  ¿Quién eres, qué cualidades y aprendizajes traes, cuál es tu aporte, qué deseas crear para servir?  Tómate el tiempo de contestar estas preguntas.  Todos estamos conectados, no eres una isla ni estás carente; vives en la abundancia de una Naturaleza pródiga; eres co-creador consciente de un Universo en constante expansión.  En lugar de verte como un número de una ecuación mercantilista, valórate como una chispa de la Creación divina. ¡Brilla!

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