Continuar cuando parece que no damos más

Qué aprendemos cuando una situación o relación inicia, continúa y termina y cómo esperamos.

Un paciente recibió una mala noticia acerca de una asociación que esperaba con mucho entusiasmo.  Obviamente, se entristeció y luego se puso a dudar acerca de si su  proyecto era viable o si era hora de abandonarlo.  Le pedí que escribiera acerca de qué aprendió y para qué le sirvió hasta ahora y qué posibilidades todavía tenía.  Fue muy revelador y empoderante y decidió continuar adelante.

Todos pasamos por estos momentos, especialmente si somos independientes.  Llega la etapa en que parece que se acabó, que el propósito no da para más y que estamos cansados de sostenerlo.  Esto sucede también con actitudes (aprender a comer sanamente y adelgazar; poner límites; aumentar la autoestima, etc.) y con las relaciones (seguir con una amistad o una pareja cuando se considera que ya no pueden crecer; cambiar la dinámica de un grupo; innovar en un equipo de trabajo, etc.).

Es interesante que consideremos esta oportunidad (porque ciertamente lo es) desde dos visiones.  Una es desde lo que podemos aprender de ella.  Son “forjadoras del carácter” en cierto sentido.  Los inconvenientes que aparecen al comienzo nos ayudan a refinar nuestros deseos y adecuarlos a la realidad, ya que antes eran conceptos, aspiraciones, planes; ahora deben ser contrastados con lo que realmente sucede.  Esto también nos moviliza internamente para dejar las idealizaciones, las grandezas ilusorias, las limitaciones, las abstracciones, la soberbia, el egoísmo, etc.  Los problemas que surgen después de un tiempo de estar operativos nos enfrentan con la continuidad, la persistencia, el crecimiento, la firmeza, la profundización, la madurez, etc.  Si decidimos que es el final, es necesario lidiar con la frustración, el duelo, la desilusión, el liberar, el perdón, el manejo de las pérdidas, los nuevos proyectos, etc.  En todos los casos, con la mirada de los demás, la seguridad, la valoración personal, los vínculos, nuestro lugar en el mundo, etc.

corazón roca

 

De estos procesos, siempre es posible salir; lo importante es cómo.  Algunos lo hacen saltando las reglas, mintiendo, aprovechándose de los demás, traicionándose a sí mismos, victimizándose, apelando a la culpa o la pena.  Creen que así será más fácil pero la verdad es que es un camino corto que los lleva a agudizar y ampliar sus problemas.  Terminan amargados, resentidos, cerrados.  Otros buscan sus mejores aspectos (y los de los otros) y salen fortalecidos, más comprensivos, perseverantes, serenos, amorosos, sabios, concientes.

El otro aspecto a considerar es el de la espera.  En tiempos veloces como éste y con un modelo de crecimiento frenético, hemos olvidado que la vida tiene ritmo.  Nos lo muestran las estaciones, el paso del día a la noche, las mareas, el cuerpo.  La mente continúa queriendo más, sin descanso, pero ésta es una realidad material y todo fluye con subidas y bajadas, con mesetas, con tiempos para cada cosa.  ¿Qué hacemos cuando es momento de esperar?  Es notable que también hemos negado las virtudes femeninas de la paciencia, la constancia, la confianza, la entrega.

Muchas cosas deben suceder para que las personas, recursos, situaciones y energías necesarias para que se concreten nuestros planes se encuentren en el momento y lugar correctos.  Si no tenemos la potencia, el valor y esas cualidades que nombré,  terminaremos forzando las circunstancias y malogrando o empequeñeciendo el proyecto.  Si podemos soltarlo sin desesperarnos con el “cómo” sucederá sino haciendo hincapié en el “qué” sostenemos, será más rápido.  Siente, visualiza, escribe, habla, baila tu proyecto.  Espera “eso o algo mejor que eso, para el mayor bien de todos” (es una fórmula infalible).  Y, cuando llegue el momento, tómalo con ganas, no te asustes.  Está especialmente diseñado para ti por tu Alma y el Espíritu…

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