¿Corres tras el tiempo o lo habitas concientemente?

No nos damos tiempo para observarnos y darnos cuenta de nuestros mecanismos y programaciones. Lo paradójico es que no captamos que no es necesario un tiempo extra para hacerlo, sino que la conciencia es el recurso fundamental de percepción y cambio. Todo lo que somos y hacemos son oportunidades de sanación y creación. Así, el tiempo pasa de ser lineal y productivo a ser infinito y presencia.

Soy una ansiosa en recuperación.  Cuando tenía unos 22 años, mi reloj se rompió y esos días desenrelojada fueron un punto de inflexión.  Me di cuenta de que vivía mirándolo obsesivamente, planificando mi tiempo de acuerdo a él. Cuando lo arreglaron, lo fui a buscar y lo regalé.  Desde entonces, no uso.  Y sucedió algo extraordinario: comencé a usar mi tiempo interno.  De alguna forma, sé la hora que es, me despierto cuando quiero, conozco cuánto me llevará cada cosa.  Es más, noto los ritmos circadianos y a mi cuerpo pidiéndome variaciones de acuerdo a lo que él necesita (cambié mis horarios de comida y ahora de sueño).

Soy muy  rápida, para pensar, para hacer, para aprender.   Me costaba muchísimo seguirle el ritmo a los demás, sobre todo si eran lentos.  Me llevó años respetar los tiempos ajenos y,  más que nada, los míos internos porque quiero apurarlos y… no me hacen caso (jaja!).  Esto significó aprender paciencia y constancia.  Estoy en eso y me sigue costando.

Observando mis vaivenes, percibí el cambio que nuestra sociedad ha tenido con el tiempo: pasó de lento a velocísimo.  Parte de esta aceleración se debió a las máquinas, ya que pasamos de los carros a los autos y, desde allí, a todo lo que fuimos creando, que es cada vez más apurado (nos ponemos nerviosos si una página tarda más de 10 segundos en cargar).

El problema es que llevamos los progresos técnicos a la esfera de lo personal y nos precipitamos para vivir y crecer.  Hoy, un chico de 15 años ha pasado por más experiencias que alguien de 60 y ha tenido una existencia de adulto (con horarios y obligaciones) desde bebé.  Es contradictorio que haya una expectativa de vida de unos 100 años y se quiera tener “todo” a los 40: ¿qué van a hacer los próximos 60?

Es comprensible desde algún punto, ya que la velocidad es divertida, sexy, adictiva, un shock de adrenalina tras otro.  La sociedad la ha usado convenientemente para instarnos a comprar y absorber sin freno.  No nos podemos perder ningún producto, viaje, curso, comida, divertimento, tenemos que estar en la onda y creemos que vivir plenamente es estar ocupados y consumiendo.

En un ámbito en que es muy notorio y perjudicial es en el trabajo, en donde se ha formado una cultura del perfeccionismo, la exigencia, la rapidez, la excelencia, casi inhumana.  Cada vez, se  trabaja más y con más presión.  Otra vez la contradicción: cuando surgieron las máquinas, se especuló que se trabajaría menos y que habría más ocio…

Si existe, el ocio es generalmente otra ocupación más.  No tenemos tiempo para estar solos, reflexionando, meditando, mirando el cielo, dejando pasar los minutos.  Y, si lo tenemos, tendemos a huir porque nos da temor lo que encontramos internamente, ese montón de aspectos desconocidos que claman por ser escuchados.

flotar

¿Y si sostenemos la tensión de quedarnos y conocernos?  No sólo hay oscuridades y monstruos (que no son tales, por supuesto), sino luces y posibilidades maravillosas.  El tema es que, muchas veces, cuando lo hacemos, también somos arrastrados por la velocidad imperante y queremos que todo se transforme ¡ya!

No nos damos tiempo para observarnos y darnos cuenta de nuestros mecanismos y programaciones.  Lo paradójico es que no captamos que no es necesario un tiempo extra para hacerlo, sino que la conciencia es el recurso fundamental de percepción y cambio.  Todo lo que somos y hacemos son oportunidades de sanación y creación.  Así, el tiempo pasa de ser lineal y productivo a ser infinito y presencia.

Como escribí en “Tiempo del corazón”, es fundamental integrar lo material y lo espiritual en un continuum que nos instale en un espaciotiempo de paz, que nos centre internamente, conectándonos a Todo Lo Que Es luminosamente.  El cuerpo, siempre en el aquí y ahora, es un protagonista inestimable, porque tanto el placer como el amor se sienten cuando moramos en él, o sea, cuando lo habitamos concientemente.

Comparte:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

captcha

Sobre Diseño Humano

No te pierdas ninguno.

Suscríbete al boletín semanal

Recibe un email semanal con consejos, reflexiones y recursos, directamente en tu casilla de correo.

Categorías

Sígueme