¿Creces en la comodidad incómoda?

En nuestra estancia en el útero, estamos maravillosamente cómodos: respiramos y nos alimentamos por el cordón umbilical, la temperatura es perfecta, no hay ruidos molestos, estamos abrigados y cuidados constantemente.  ¿Quién querría salir de semejantes condiciones ideales?  Sin embargo, a los nueve meses, el lugar ya es demasiado chico, no es posible seguir creciendo allí, es tiempo de nacer.

Ahora, debemos aprender a respirar, a alimentarnos, a regular la temperatura, a decodificar el mundo.  Incesantemente, estamos estimulados para adquirir nuevas habilidades: levantar y sostener la cabeza, girar, levantarnos, gatear, caminar, hablar, leer… parece que no finaliza nunca… relacionarnos, pensar, decidir, elegir… Y luego la pubertad y la adolescencia… ¡ooohhh!!!… esto es interminable…

beso bebe

Sin embargo, en algún momento lo terminamos.  Nos “recibimos” de adultos y dejamos de aprender, de conocernos, de experimentar, de cuestionarnos, de desarrollarnos.  Nos sumimos en la comodidad de un útero externo: “ya está, así soy yo, así es la vida”.

Como dijo Norman Mailer: “Hay una ley de vida, cruel y exacta, que afirma que uno debe crecer o, en caso contrario, pagar cada vez más para seguir siendo el mismo”.  Llegar a una frontera y ser empujados al próximo círculo de evolución es inevitable, pero muchas veces nos resistimos y así lo hacemos más difícil.  Tenemos dos maneras de crisis de crecimiento.  Una es por etapas de la vida: infancia, adolescencia, adultez, madurez.  Transitar con plenitud por cada una y soltarla por la próxima con gracia (apreciando lo que adquirimos en cada cual) es un desafío que a muchos nos cuesta.  La otra es por situaciones límites: duelos, divorcios, enfermedades graves, pérdidas laborales o financieras, cambios de ciudad o país o simplemente mediocridad (habernos dejado llevar por elecciones obvias sin preguntarnos qué deseábamos realmente).

Cuando llegamos a este punto, también tenemos dos maneras de resolverlo: o lo aceptamos y lo hacemos a nuestro ritmo, eligiendo las condiciones o esperamos la patada cósmica que lo hará forzoso.  Está de más decir que habitualmente optamos por la segunda, sin darnos cuenta de que así quedan pocas posibilidades y la mayoría son pobres y exigidas en tiempo y forma.

Nuestros comienzos nos sirven para encontrar ayudas.  Cuando era hora de nacer, si no salíamos a tiempo, nos asfixiábamos; mamá nos asistió pujando y encontramos el aire que nos dio vida.  Cuando fue hora de gatear y caminar, nos caímos muchas veces pero continuamos, con pequeños intentos, hasta que lo logramos.  Es lo mismo ahora: la Vida nos apoya y nutre constantemente… si lo permitimos.

Escucha las señales (incomodidad en la comodidad, limitaciones insoportables, nuevos intereses, personas inesperadas, sucesos extraños, temas que te llaman la atención, cosas que se repiten misteriosamente, etc.).  Tu Ser te está despertando y guiando por un nuevo camino de evolución.  Confía, trátate bien y síguelo.

Comparte:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

captcha

Sobre Diseño Humano

No te pierdas ninguno.

Suscríbete al boletín semanal

Recibe un email semanal con consejos, reflexiones y recursos, directamente en tu casilla de correo.

Categorías

Sígueme