Del control a la confianza (un camino que te puede servir)

He sido una controladora compulsiva.  Tenía con qué: una naturaleza que está para guiar y mediar; una facilidad pasmosa para advertir los errores y corregirlos; un alto nivel de eficiencia y organización; una enorme capacidad para la victimización, la culpa, la baja valorización y la inadecuación, mezclada con temores e inseguridades varios.  Coctel explosivo.

Por supuesto, comenzaba en mí misma y cualquier cosa que hiciera no era suficiente ni remotamente: siempre faltaba algo, siempre podía ser mejor, siempre se me escapaba alguna variante.  Tenía la ilusión de que podía vislumbrar, anticipar y solucionar las infinitas posibilidades en este ancho mundo.  Mi cabeza se enroscaba vigilando y exigiendo perfección.  Todo para ocultar los miedos inconmensurables que minaban mi autoestima y mi camino.

Luego, seguía por los demás.  Tenía éxitos ocasionales liderando y resolviendo situaciones pero, como salían de un ánimo diezmado por las incertidumbres, no duraban demasiado; más bien cosechaba resistencias y críticas.  Mi ego fluctuaba entre subirse al caballo y caerse de él al barro más patético.

Entonces, decidí que era necesario viajar al interior del monstruo y liberar las oscuridades.  Encontré muchas Sombras y comprendí que ocultaban mis Luces más brillantes.  En las noches más negras y dolorosas, un destello seguía encendido al final del túnel, que me guiaba hasta salir fortalecida y clara.  Aunque al principio estaba emocionalmente muy inestable, sin fuerza de voluntad, aterrada, aprendí a no retroceder y a seguir perseverando y, con el tiempo, se fue haciendo más y más sencillo.
 

La consciencia, el énfasis en lo corporal, el mantenerme en el aquí y ahora, el dejar la costumbre de dramatizar todo (imprescindible), la aceptación y el perdón fueron ayudándome siempre.  En un momento, comprendí que esa necesidad de control no era “mala” sino que yo tenía una mala manera de administrarla: servía para elegir mi propia forma de vivir, de ganarme el sustento, de relacionarme, sin que me impusieran una desde afuera; servía para gestionar circunstancias que ayudaran al bienestar de otros; servía para servir, ya que todos deben beneficiarse para que lo haga yo.

En ese camino, también aprendí que el control desmedido esconde un miedo profundo a la incertidumbre, al no saber, a la entrega, a la sumisión, a ser y tener autoridad verdadera.  Como toda paradoja, se resuelve rindiéndose a todo ello; al hacerlo, aparece la confianza.  En lugar de querer dominar cada detalle, en vez de huir de la responsabilidad de usar mis dones, en cambio de estar pendiente de lo que podría pasar, podía descansar en la confianza de que yo era capaz de asumir cualquier cosa que sucediera, ya que todo provenía de mí. 

No estoy separada de lo que creo (en los dos sentidos) ni la Creación lo está de mí: Yo soy Una con Todo Lo Que Es y mi energía fluye con La Energía.  Confiar es lo único que puedo hacer.  Y, al vivir confiando, mi valor (en los dos sentidos) surgirá iluminando a todo y a todos.  Espero que esta pequeña reflexión te inspire para que sigas tu propio recorrido hacia la confianza y el valor.