Nos gusta pensar que todo proceso es una línea vertical de crecimiento interminable. Desde el inicio, creemos que las circunstancias (y nuestro proceso interior) se irán sucediendo en una línea recta hacia la meta. La mayoría de las veces se trata más de retrocesos y avances, de curvas enrevesadas, de blancos en donde nos perdimos. La geometría no concuerda con nuestras fantasías…
El Universo se mueve con curvas más que con líneas. Y la evolución es espiralada: entramos en una curva de crecimiento y, cuando estamos llegando al final de ella, debemos liberar lo que ya no nos sirve ni representa y prepararnos para lo nuevo. Este es un tiempo desafiante y movilizador, porque tendemos a apegarnos y a resistirnos. A veces, tardamos más de lo recomendable y un empujón nos sube de nivel. Una vez que lo logramos, estamos entusiasmados explorando la novedad y sus beneficios. Nos adaptamos y, de vuelta, comienzan los indicios de que debemos ascender… Es un círculo virtuoso… ¿Por dónde andas?
