No reclames afuera lo que no sostienes adentro

Los demás "leen" tu energía y no escuchan tus palabras.

Los demás leen tu energía y no escuchan tus palabras

 
Uno de los conceptos más errados (y frustrantes) que las personas tienen acerca de los cambios es que deben hacerlos afuera.  Cuando un paciente nuevo me cuenta acerca de lo que desea lograr y le pregunto de qué forma lo ha intentado, comienza a relatar varias pruebas fallidas con personas y situaciones, que lo han llevado a creer que no puede o que es inútil continuar.  Nunca se le ocurrió que todo eso que reclama a los demás o que trata de lograr cambiando las circunstancias se genera en él y que no tendrá una solución exitosa hasta que no lo consiga en sí mismo.
 
Es fácil leer que “como es afuera es adentro” pero tomar conciencia real de cómo lo estamos haciendo no lo es tanto.  Es necesario darnos cuenta la forma en que estamos programados para seguir un modelo familiar y/o social o la manera en que estamos condicionados para pensar o hacer como los demás: “Así son las cosas”.  Sería mejor decir “Así fueron las cosas para mis padres”, por ejemplo, y luego reflexionar acerca de cómo deseamos que sean para nosotros, en este presente.
 
El problema es que pocas personas se toman esa labor y solo hacen lo mismo una y otra vez, esperando que en algún momento termine distinto (la definición de locura de Einstein).  Debemos captarnos en el instante en que nos enganchamos con los viejos discos rayados y pararlos, respirar, volver al aquí y ahora, y llevar la mente a los pensamientos nuevos que queremos instalar, y al cuerpo a los estados que deseamos sentir.  Esa sucesión constante de momentos transmutativos nos llevarán al verdadero cambio.
 
Por el contrario, cuando reclamamos a los demás que hagan algo distinto o nos esforzamos por lograr algo, sin haber hecho el trabajo interno, solo repetiremos incesantemente la demanda, incrementando la frustración, la rabia y la amargura.  Lo que no comprendemos es que nuestra energía habla mucho más fuerte que nuestras palabras.
 

 
Aunque no somos conscientes de ello, todos “leemos auras”.  Un niño le hace caso a los miedos de su madre y no a sus enunciados valientes.  Un esposo percibe la baja autoestima de su pareja y no escucha la larga perorata de ella, que le exige respeto y consideración.  Todo lo que pensamos, decimos o actuamos que no está en consonancia con lo que verdaderamente creemos está destinado a caer en la nada.
 
¿Por qué sucede esto?  Porque ahí radica nuestro aprendizaje.  Sería muy sencillo proclamar nuestra autovaloración y exigir que los demás la tomen en cuenta pero, pregonada sin sentirla, solo será espuma, suspiro en el viento.  Cuando realmente logremos valorarnos, cuando nos plantemos en cuerpo, mente y alma en ese lugar, los demás lo verán, y no necesitaremos reclamar nada.  Ya está logrado, ellos no seguirán forzándonos a aprenderlo.
 
“Contratamos” a los otros para que nos lleven a nuestros aprendizajesUna vez que lo conseguimos, o se van o cambia la relación.  Por eso, es inútil tratar de cambiar el exterior si no lo sentimos en el interior, si no podemos sostenerlo con convicción.  Cuando aceptamos nuestro diseño (lo que incluye nuestros dones y desafíos) y fluimos con él, la Vida fluye con nosotros.  De lo contrario, hay resistencias, rechazos, lucha, esfuerzo.  Eso nos fuerza a dejar de repetir los condicionamientos heredados y a ir profundamente dentro de nosotros, para hallar los tesoros ocultos que portamos.
 
Si estás en esa situación (y te aseguro que todos lo estamos), toma la oportunidad y haz tu labor interna.  Solo eso se necesita.  Te acompaño.

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4 comentarios

    1. Gracias, Monica! El Yo interior está conectado con nuestro camino verdadero. En la medida en que nos comencemos a relacionar con él y desde él, todo fluirá más fácil.
      Te mando un cariñoso abrazo.

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