¡Ocupa tu lugar!

Conoce tu valor.

Hace bastante tiempo, vivía llena de deudas, trabajando poco, sintiendo que no servía para nada, depresiva.  Un día, llorando a mares por mi triste situación, un rayo de iluminación me atravesó.

¿Qué estaba haciendo YO con mi vida?

Mis deudas eran producto de malas decisiones del pasado, de un castigo por la culpa, de poner más atención en ellas que en ganar dinero, de una inercia de años de pensamientos y conductas dañinos.

En realidad, estaba viviendo en un lugar hermoso (para mí), ejerciendo mi vocación (la que tardé mucho en encontrar), rodeada de buenas personas (con las que me sentía bien, pero inferior). 

¿Cuál era el problema entonces?  No reconocía nada de esto.  Prevalecía más la falta de metas claras y soluciones serias, la creencia de que no tenía lo suficiente para lograrlo, la hipersensibilidad y la singularidad al servicio de la victimización y no de la potenciación.

¿Cómo salí de ese círculo vicioso?

Primero y principal, si yo no podía identificar estos hechos, no habría ningún cambio posible.  Si no distinguía los dones que traía y las herramientas que poseía, al igual que las pésimas ideas y actitudes que sostenía, seguiría cayendo al fondo del pozo cada tanto y luchando por salir, para volver a lo mismo otra vez.

Me senté y anoté las deudas que tenía.  Eran monumentales.  ¿Cuáles podía arreglar?  La de la tarjeta de crédito.  Una amiga me ayudó a sacar un paquete en uno de los principales bancos.  Pedí un préstamo y liquidé el saldo de la que tenía, dándola de baja. 

¿Cómo ganar más?  Me di cuenta que no me valoraba.  No solo cobraba poco, sino que no tenía claridad acerca de lo que ofrecía y de mis cualidades y experiencia, quiénes eran mis pacientes correctos, cómo atraerlos, cuánto tiempo trabajar, etc.

Nuevamente, me senté y escribí todo lo que se me iba ocurriendo.  Fui impiadosa con mis varios errores, a la vez que compasiva con mis aciertos y posibilidades.  De eso, surgió una definición y una intención determinada acerca de lo que deseaba.

Ajusté el monto y me propuse una cifra al mes.  Parecía poco probable y era poco con relación a mis deudas, pero finalmente tenía transparencia y propósito.  Trabajé mucho conmigo misma para creerlo y cambiar mis malos hábitos de décadas. 

¿Cómo encontré mi lugar?

Poco a poco, emergieron oportunidades de la nada.  Antes, mi propuesta era invisible (o no movilizaba); ahora, atraía y se consolidaba.  Muchas deudas desaparecieron solas (un milagro tras otro).  Cada vez, estaba más segura de cómo quería vivir y lo concretaba.

Cuando apareció Diseño Humano, fue como una corroboración: me di cuenta de que estaba siendo y haciendo lo que era para mí, sin los condicionamientos de la sociedad.  Tenía que organizar algunas cosas, pero ser fiel a lo que sentía me había conducido a mi camino del alma.

Charlando con un amigo, que presenció la transformación, me dijo: “Jamás vi a alguien cambiar tanto y, a la vez, revelar quién es en realidad.  Por fin, estás ocupando tu lugar.  Me alegro, porque me dolía que te desperdiciaras y que no te dieras el valor que tienes”. 

Cada camino es distinto.  Pero, estoy segura de que te está sucediendo lo mismo.  Estamos en una sociedad que exige todo, pero deprecia lo importante.  Si no te ocupas de encontrar tu propio valor y trabajas en ello, serás un engranaje más en la maquinaria.

Y no se trata de ser alguien importante, de inmolarte en las redes sociales, de perderte en planes mesiánicos o ajenos, de correr detrás de las soluciones de moda.  Eres lo que eres.  Traes cualidades, dones y aprendizajes.  No podrás ser otro, no podrás hacer otra ruta más que la tuya.

Esa individuación, esa forma singular, ese aporte único, esa claridad es lo que atrae en esta homogeneización que está en la transición y el caos.  En lugar de querer ser y tener todo, busca la autenticidad, la sencillez y la verdad.  Te acompaño.


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