En estos tiempos en que el Ego reina absolutamente, nos creemos que podemos todo, hacemos todo, adquirimos todo, somos todo: una completa tontería.
Por supuesto, estamos pagando las consecuencias de esa creencia instaurada también desde el poder para manejarnos. Muerto Dios, el Ego se cree omnipotente y omnipresente y se larga entusiasta a conquistar el mundo… hasta que cae bajo el peso de su propia estupidez.
Esta es una experiencia de limitación: tenemos un cuerpo. Eso solo ya nos restringe y condiciona. No podemos estar en todos lados al mismo tiempo; tenemos una cierta velocidad y capacidad para manejarnos; la anatomía funcional personal nos subordina acerca de lo que podemos intentar; la mente está circunscrita por los sentidos, por las experiencias y por el entorno; las condiciones generales del ambiente nos determinan tanto como la cultura, etc.
Muchos aspectos hacen que la vida en este planeta sea un enorme campo de ensayo acerca de ser creadores responsables: a tal causa, tal efecto. En un ámbito donde todo está determinado tan detalladamente, esos efectos son notorios y claros; así, vamos aprendiendo.
Esta característica hace que la creencia actual de que podemos todo sea tan perjudicial, ya que no es realizable. Por lo tanto, esas exigencias de perfeccionismo y completitud extremas en las que vivimos se transforman en infiernos cotidianos difíciles de sostener. Es hora de permitirnos ser lo que somos; de contactar con nuestro diseño original, dejando de perdernos detrás de modelos impuestos; de relajarnos, aceptarnos y amarnos, con compasión y ternura.