Cuando decimos “el” cerebro, en realidad podríamos referirnos a “los” cerebros, ya que tenemos tres:
- El reptil: es el más primitivo y se encarga de los instintos básicos de la supervivencia. Resuelve el 80% de nuestra existencia diaria.
- El cerebro emocional o sistema límbico (cerebro medio): comprende centros importantes como el tálamo, hipotálamo, el hipocampo, la amígdala cerebral, que funcionan en los mamíferos. En el ser humano, estos son los centros de la afectividad y es donde se procesan las distintas emociones.
- El cerebro racional o corteza cerebral. Permite el pensamiento abstracto, va más allá de la inmediatez y nos posibilita desarrollar un yo consciente (El Ego).
Nuestro recorrido como humanos concientes es muy reciente, si consideramos el tiempo transcurrido. Nos “ganan” el instinto de supervivencia y las emociones, ya que el pensamiento es una adquisición flamante. Como remate, estamos tratando de “recordar” nuestro origen espiritual, por lo que vivimos en un nivel de estrés elevado si tomamos en cuenta todas las variables: es un tiempo desafiante y también enormemente valioso y evolutivo.
En lo social, los cerebros primitivo y emocional adhieren a una lógica de rebaño, en la que un 5% dirige al 95%. Esto tiene ventajas en lo referente a la seguridad (en los animales, es más protegido estar en una multitud que solo) y comodidad (nos desentendemos de las responsabilidades particulares para dejarnos llevar por algunos que controlan las decisiones). En los humanos, sería la tribu o el clan.
El cerebro racional nos hizo lúcidos de la individualidad. La tribu privilegia su subsistencia y poder por encima de todo y, si tiene que destruir o condenar a los integrantes para ello, lo hará. A medida que vamos ganando conciencia propia, comenzamos a rebelarnos ante estas imposiciones y generalizaciones, procurando encontrar la voz original y los dones personales. En general, estamos en esta etapa como Humanidad: pasando de la mentalidad de clan a la de individuos. Una tercera etapa sería la de Grupos: cada individuo asociado en igualdad de condiciones con otros, hacia la consecución de un fin acordado entre todos, para el bien de todos.
En sociedades con una fuerte impronta de clan, como la española y las latinoamericanas, resulta más difícil la etapa de individuación, porque se tiende a cortar la cabeza de quien ose levantarla o se aísla al que se aparta un poco de la plebe. Afortunadamente, sucede cada vez menos, pero es muy necesario que los que sienten el llamado de su esencia ocupen sus espacios, difundan sus ideas, renueven los esquemas anquilosados, trabajen con entusiasmo y amor por el derecho que cada uno tiene a vivir a su modo, contribuyendo con su aporte a la felicidad y plenitud del conjunto.
Este es un llamado a ti, en particular. A que te atrevas a encontrar tu voz y a compartirla, sin imposiciones ni justificaciones, con naturalidad y alegría. A que propongas cambios y renovaciones en donde estés, con respeto y creatividad. A que liberes el potencial que traes y te conectes con tu alma y sus dones. A que fluyas con la Nueva Energía hacia un mejor mundo. Te acompaño.
2 comentarios
muy interesante informar con criterio y con interés de que los lectores comprendamos como estamos formados y que somos. Gracias.
¡Gracias, Mario! Tendemos a no darnos cuenta de lo que nos rodea, creyendo que siempre fue así o que debe ser así. Por suerte, podemos transformarlo y hacer un mundo mejor. Un abrazo.