Con Júpiter (expansión) en Libra (las relaciones), este es un año en el que las revisaremos y tendremos la oportunidad de renovarlas o de despedirnos. Cuando hablamos de relaciones, lo vinculamos con las que tenemos con las demás personas pero en realidad estamos relacionados con todo. No existimos solos, ni siquiera en lo que respecta a nosotros mismos. Estamos en relación con nuestro cuerpo, con su salud, su alimentación, su aspecto, su satisfacción, sus sensaciones, etc. Se podría decir que es la más importante porque, tarde o temprano, acusa recibo de los descuidos y cargas en forma bien palpable y poderosa, pero tendemos a despreciarlo y negarlo.
¿Y cómo está la relación con la mente, con las emociones, con los propósitos, con el pasado y el futuro, con nuestro aquí y ahora? ¿Nos planteamos reconocerlos, mejorarlos, tener una buena calidad de vida, aceptarnos y amarnos? ¿Estudiamos, trabajamos, estamos solos o en familia, hacemos lo que queremos? ¿Hemos establecido parámetros de bienestar, de prosperidad, de crecimiento, de aprendizaje o nos conformamos con lo que toca, nos excusamos para no escuchar nuestros anhelos?
En esta concepción equivocada que nos han inculcado de que estamos separados, creemos que vivimos en nuestra propia burbuja y que los otros son meros espectadores o acompañantes más o menos cercanos. En principio, no nos conoceríamos verdaderamente si no fuera por ellos. Podemos pensar que somos tranquilos, pero basta que alguien nos provoque para que esa presunción se haga añicos. Nada de lo que suponemos es real hasta que sea confrontado con otras personas o con las debidas circunstancias. Todo está allí para ser experimentado…
Como me dijo un paciente que tenía una visión muy idealizada de sí mismo: “yo soy una buena persona pero los demás me vuelven malo porque me hacen daño”. U otra que se quejaba de estar rodeada de gente deshonesta siendo ella era tan virtuosa. Cuando no podemos aceptar algo de nosotros mismos o del mundo, seguramente aparecerá en nuestro entorno para que lo elaboremos. Podríamos decir que nuestro ambiente es una muestra de todos nuestros aspectos o más bien que somos nosotros desplegados en una multitud de personas separadas de nuestra conciencia ordinaria, esperando que lo reconozcamos.
Si nos quedamos pegados a la dualidad de “bueno/malo”, a la separación, experimentamos la vida como una lucha, como una exigencia de ser buenos en lugar de ser completos. Contenemos todo, somos todo, no hay nada humano que no esté vibrando en nosotros, aunque sea en briznas. Por eso, también contenemos la responsabilidad de elevar esa vibración en lugar de culpar a los demás.
¿Te ha pasado que cambiaste tu percepción, tu conducta y tu medio cambió? Así funciona. Ese es el enorme poder de influencia que poseemos. Eso no significa que los otros están obligados a cambiar o que lo harán indefectiblemente, ya que tienen libre albedrío y porque dependen de sus propios procesos de evolución. Simplemente, los habilitamos a la transformación, a la sanación, a un nuevo discernimiento.
Ese es el desafío que se abre este año: ¿cómo te relacionarás? Comienza con la principal: la que tienes contigo mismo. Esa influenciará las demás (Todos Somos Uno); si no te gusta el mundo que ves, enaltece tu vibración y sé el cambio. Podrás reconocer tu evolución según cómo te lleves con tu entorno. Y ten en cuenta algo importante: no se trata de que sigas algún modelo externo o idealizado; se trata de que liberes los condicionamientos que te han impuesto y encuentres tu diseño original, ese que trajiste para compartir lo mejor de ti al mundo.
