Hay dos posiciones extremas acerca de la “realidad”: es todo lo que hay o no existe en absoluto. Los primeros (la mayoría) discuten acerca de los hechos, están prisioneros de la polaridad, creen o no creen, siguen los lineamientos de la mayoría, entran en teorías conspirativas, piensan que lo que dicen los medios es real (o no); en definitiva, actúan como si todo lo que se presenta tiene entidad verdadera. Para los segundos, todo es una ilusión (una Maya) que le da a cada uno lo que piensa, ya sea porque tienen concepciones espirituales o porque no creen en nada. Hay algunos que están entre medio, fluctuando entre las dos de acuerdo a su nivel de consciencia y de circunstancias del momento o tratando de integrar los dos conceptos.
¿Qué otra cosa hacer? Sin importar la verdad de cada una, ante cada situación o persona podríamos investigar su significado, su preponderancia, su sentido en el conjunto; preguntarnos qué relevancia tiene para nosotros, cómo lo asimilamos, qué nos mueve, qué simboliza/personifica en nuestro diseño. Así, el mundo se transforma en una exploración continua en lugar de una negación o una lucha.