Ayer, tuve una epifanía: siempre he respetado mi diseño, a pesar de que me vieran como rara o vaga.
Reflexionando sobre una paciente (Generadora, muy apegada a la acción), recordé un período de hace muchísimos años, en el que era vendedora (asesora, según lo que se pretendía, pero no en lo que yo quería), y me costaba enormemente trabajar. Parte de ello era porque no me gustaba la profesión pero no tenía otra cosa ni se me ocurría qué hacer. Parte era porque a mí me interesaban más las relaciones con mis compañeros, con los compradores (gente interesante, de buen nivel) y con mis amigos.
Daba vueltas, me quedaba charlando, ponía excusas para estar con ellos, privilegiaba esos momentos a realizar mi labor (por lo que no ganaba mucho, por supuesto). No entendía la razón por la que no poseía el interés que tenían los otros pero sí sabía lo que era importante para mí: las relaciones.
Cuando comencé a estudiar Diseño Humano y supe que era Proyectora, entendí que eso era lo que me movilizaba y que guiar, asesorar, mediar, ayudar, era mi misión. Pero recién ayer me cayó la ficha acerca de cómo había sido fiel a mi diseño, sin modelos a mi alrededor y con los demás viéndome como un bicho raro. Esa es la fuerza de nuestro destino, si lo dejamos ser. ¿Cómo es tu experiencia?