No soy fan de los animales (sí de las plantas). Sin embargo, les caigo bien y más de una vez me termino rindiendo a sus encantos; me pasó cuando fui a Córdoba. Mi amiga Rosy y su esposo son perreros de alma: tienen dos grandes en su casa y otros dos chicos en su fábrica, más otros a los que alimentan. El macho de la casa terminó conquistándome después de recibirme con ramitas cada vez que llegaba (como un regalo de bienvenida) y frotarme su enorme cabeza para que lo acariciara. La hembra de la fábrica, Chicha, fue adoptada después de que apareció llena de enfermedades, sarna y un alambre rodeándole el cuello. Aunque ya viejita, lograron curarla; hace poco, tuvo cáncer de útero y se repuso. Al principio, le temía a las personas (seguramente su “dueño” anterior la había maltratado mucho), pero poco a poco aprendió a confiar y a dejarse tocar.
Cuando llegué, me observó desde la distancia. Después de un par de días, la saludé con palabras cariñosas y alegres y ella bajó la cabeza y torció las patitas como si fuese tímida o le diera vergüenza. Después de eso, me empezó a buscar para que la mimara; me pasaba la cabeza y me mostraba cómo quería que la tocara; me ganó. El último día, fui a una parte de un arroyito a la que no había ido para sacar fotos y me siguió. Estaba feliz, se me adelantaba, exploraba, volvía a ver que estuviera y se iba de nuevo. La seguí y encontré lugares preciosos. Le saqué una foto y, cuando la vi después, me sorprendió la luz que la envolvía. Mi amiga me dijo: “no es raro, esa perrita tiene una Luz enorme, se salvó siempre por sus ganas de vivir, es cariñosa, un amor”. ¡Hasta pronto, Chicha!
2 comentarios
Precioso este episodio! Los animales son los guardianes del Ser! Yo los respeto profundamente, en este momento mi gato duerme plácidamente a mi lado, sueña, ¡qué paz!
Gracias Laura!
¡Qué linda idea, Nancy! Descansa con tu Guardián…
Un cariñoso abrazo.