Principios y finales

Todo tiene un inicio, un desarrollo y un final.  Lo entendemos, ¿sí?  En realidad, lo pensamos pero no lo reconocemos ni lo aceptamos.  Queremos aferrarnos a lo que implica un bienestar y nos cuesta que termine.  Peleamos contra lo que no nos gusta y lo prolongamos al darle nuestra energía, en lugar de permitirle que encuentre su resolución al comprender para qué surgió.

Principios y finales

Incluso en algo tan cotidiano como una reunión con alguien, si estamos atentos, podemos darnos cuenta de que llega a un punto culminante y luego comienza a decaer.  Quizás, la extendamos un poco más porque le inyectamos ganas, pero eso contribuirá a que finalice de una forma menos feliz que si la hubiéramos terminado cuando era el tiempo.

Las situaciones, las actitudes, las relaciones, los trabajos, todo tiene esta dinámica.  Muchas veces, concluyen para siempre.  Otras, demandan una transformación que asegure su continuación con plenitud.

En el fondo, tememos a la muerte.  El final anunciado, pero no asimilado.  Si no hemos trabajado en el tema, todo lo demás nos lo recordará.  Vivir plenamente implica reconocer la muerte.  Y saber (no pensar) que luego existe más vida…

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