¿Tu alimentación sirve a una vida conciente?

El cuerpo es un espejo. Es la forma densa que refleja las energías sutiles. Al interrogar sus manifestaciones, podemos conocernos plenamente. Y alimentarnos con nutrientes que nos sirvan; no solo comidas, sino también pensamientos creativos y armoniosos, emociones alegres, vivencias concientes, placeres estimulantes (música, danza, pintura, etc.) y, sobre todo, una conexión confiada y amorosa con Todo Lo Que Es.

La semana pasada, un importante diario publicó una nota acerca de las probabilidades de una alimentación sin carne a nivel mundial y se generaron más de 2.500 comentarios en pocas horas, la mayoría consistentes en burlas y agresiones.  ¿Por qué la comida crea tanta pasión?

Siendo una actividad que no podemos eliminar (por lo que se hace tan difícil moderarla) está sujeta a toda clase de opiniones, juicios, consejos, discriminaciones, prohibiciones, proyecciones, alegorías, placeres y disgustos.  Puede ser delicioso hablar de comida, pero últimamente se ha tornado en un asunto para discutir y dividir.

Hace más de treinta años que comencé a interesarme por la nutrición, debido a problemas digestivos (me quisieron remover la vesícula o llenarme de pastillas).  Entendí que necesitaba otra aproximación a mis abusos y, en el proceso de aprendizaje, fui escuchando mi cuerpo y dándole lo que necesita (con ciertos “permisos” muy bienvenidos y gozosos).

Lo que observé a lo largo del tiempo fue que la comida es mucho más que lo que ponemos en la boca para llenarnos.  Está fuertemente ligada a nuestras emociones y a nuestra imagen.  Desde que por primera vez nos conectamos al pecho de nuestra madre, no solo recibimos su leche sino también cariño, reconocimiento, atención, apoyo, confianza, sustento.  La falta (o el exceso) de estos nutrientes implicará el modo en que lidiaremos con ello en nuestra vida.

El “vacío” que podamos haber sentido será generalmente llenado luego con comida, como un sustituto ilusorio.  Sólo elaborando concientemente estas carencias profundas, será posible evitar una relación malsana con la comida.

Una teoría interesante es que el sobrepeso puede constituir una metáfora del espacio que ocupamos, por ejemplo en la vida de los demás.  Una consultante aumentó 25 kilos cuando se casó y se hizo cargo de los hijos de dos matrimonios anteriores de su esposo.  Se dedicó a colmar las necesidades de todos, al punto de no tener una vida personal.  Sólo cuando dejó que cada uno se hiciera responsable de lo suyo y comenzó a reconocer sus deseos y habitar sus propios espacios, pudo adelgazar realmente.

Nuestra autoimagen está atada a la comida, como lo demuestran quienes cursan anorexia y bulimia, por ejemplo.  Los conflictos con el crecimiento, la madurez, la sexualidad son mediatizados por la ingesta, en lugar de ser reconocidos y trabajados.  A veces, ser extremadamente delgado u obeso es una defensa contra una sexualidad considerada peligrosa o no resuelta.

espejo agua

 

En estos años, he visto pasar toda clase de modas y teorías acerca de la alimentación: productos demonizados y luego rescatados, las dietas más insólitas e inútiles, las tonterías más rampantes vendidas como quimeras.   El mercado resultante es cada vez más amplio y redituable.  Nuestra sociedad es superficial y materialista, por lo que la imagen es fundamental.  Todos vivimos pendientes de ella, mientras nos bombardean con una cantidad de ofertas de comida como jamás en la historia humana: la contradicción nos conflictúa y nos devasta.

Lo que más me ha llamado la atención es cómo la alimentación ha terminado constituyéndose en una forma de control: en un mundo en constante cambio caótico, la comida es algo que podemos dominar, lo que nos tranquiliza y reconforta.  La tríada Comida-Actividad Física-Medicina nos hace creer que tenemos las cosas reguladas.  Cuanto más énfasis ponemos en una alimentación “sana”, en hacer yoga (o cualquier otro entrenamiento corporal) y en panaceas naturales, más observo la necesidad de controlar los estímulos internos y externos que surgen incontenibles continuamente.

Por supuesto, es importante una buena relación con nuestro cuerpo, respetándolo y ayudándolo para su buen funcionamiento, pero, cuando nos obsesionamos, debemos prestar atención a lo que podemos estar evitando, a sufrimientos o heridas no resueltos, a deseos oscuros y no confrontados,  a los miedos a la incertidumbre, a la inseguridad y a la muerte.

Este es un tiempo de enormes transformaciones, lo que nos estresa y atemoriza.  La solución es interna e implica un despertar a las manipulaciones del Ego para poder confiar en la guía de nuestro Ser.  Estamos transitando una Nueva Energía, que fluye  con un paradigma muy distinto del que estamos acostumbrados.  El control no ayuda ni tampoco la negación.  Aprender a aceptar las contradicciones que nos habitan, integrándolas, nos lleva a una unidad que no necesita de condiciones estrictas y seguras.

El cuerpo es un espejo.  Es la forma densa que refleja las energías sutiles.  Al interrogar sus manifestaciones, podemos conocernos plenamente.  Y alimentarnos con nutrientes que nos sirvan; no solo comidas, sino también pensamientos creativos y armoniosos, emociones alegres, vivencias concientes, placeres estimulantes (música, danza, pintura, etc.) y, sobre todo, una conexión confiada y amorosa con Todo Lo Que Es.

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